TU HIJO HA QUEMADO A MI NOVIO
Hay pelis que te introducen -sin apenas darte cuenta- en una espiral de mal rollo que no cesa en cuanto termina el film, sino que te acompaña después impidiéndote pegar ojo en toda la noche, y rallándote durante días hasta la sinrazón. Es curioso que estas cintas sean tan difíciles de ver en el cine, no tanto en los circuitos comerciales (donde sólo se proyecta aquello que forma parte de un complejo y a veces ilógico engranaje de beneficios económicos), como en aquellas salas más selectas que presumen de proyectar un cine más independiente, y de mayor caché intelectual, pero que en verdad ofrecen programas fílmicos anquilosados en un discutible ideario cinematográfico. Una de estas nuevas cintas indie, salvada de ser sólo carne de Ares y E-mule por haberse hecho con el Premio del Jurado en el pasado Festival de Sitges, es Eden Lake, del novel James Watkins. Bueno, por eso y sobretodo por haber reinventado con acierto el survival horror, un (sub)género tan prolífico y sobado últimamente como las series de vampiros. A pesar de que su inicio podría parecer, por su sencilla y directa puesta en escena, una nueva versión de las ya clásicas La Matanza en Texas y Las colinas tienen ojos, a lo telefilm de sobremesa de Tele5 y Antena3, todo son falsas apariencias. Esto es; una joven pareja decide abstraerse de su rutinaria vida urbana, pasando un fin de semana en un idílico y apartado lago, en teoría desconocido para el resto del mundo mundial... excepto para una pandilla de "odiosos" adolescentes. ¿Adolescentes? Sí, pubers con las hormonas algo más que alteradas, son la clave de este film que seduce y atrapa precisamente por esta inesperada renovación del psychokiller. Hay algo en todo esto -es evidente- que remite a Los niños del maíz, y algo más a la reciente Ils, otra pequeña e imprescindible joya del terror europeo, pero es el elemento real, el "podría pasarte a ti” (salvando las exageraciones cinematográficas, claro), lo que hace de ésta cinta la obra más redonda. Ciertamente, cuando la historia funciona de raíz (excepcional el guión), la dirección, los actores, la casquería típica del género, todo lo demás, suele convertirse en mera comparsa. Y es que nadie puede llegar a pensar en la posibilidad de caer en manos de la “tópica” familia sureña borderline, que bebe sangre y come butifarra de yuppie urbanita, pero ¿es posible caer en manos de unos hooligans niñatos con tendencias asesinas, criados a imagen y semejanza por unos padres -si cabe- peores que ellos? Esa es la pregunta que plantea Witkins, y creedme que la respuesta asusta más que ver venir de frente a Leatherface con la sierra a todo trapo.
Hay pelis que te introducen -sin apenas darte cuenta- en una espiral de mal rollo que no cesa en cuanto termina el film, sino que te acompaña después impidiéndote pegar ojo en toda la noche, y rallándote durante días hasta la sinrazón. Es curioso que estas cintas sean tan difíciles de ver en el cine, no tanto en los circuitos comerciales (donde sólo se proyecta aquello que forma parte de un complejo y a veces ilógico engranaje de beneficios económicos), como en aquellas salas más selectas que presumen de proyectar un cine más independiente, y de mayor caché intelectual, pero que en verdad ofrecen programas fílmicos anquilosados en un discutible ideario cinematográfico. Una de estas nuevas cintas indie, salvada de ser sólo carne de Ares y E-mule por haberse hecho con el Premio del Jurado en el pasado Festival de Sitges, es Eden Lake, del novel James Watkins. Bueno, por eso y sobretodo por haber reinventado con acierto el survival horror, un (sub)género tan prolífico y sobado últimamente como las series de vampiros. A pesar de que su inicio podría parecer, por su sencilla y directa puesta en escena, una nueva versión de las ya clásicas La Matanza en Texas y Las colinas tienen ojos, a lo telefilm de sobremesa de Tele5 y Antena3, todo son falsas apariencias. Esto es; una joven pareja decide abstraerse de su rutinaria vida urbana, pasando un fin de semana en un idílico y apartado lago, en teoría desconocido para el resto del mundo mundial... excepto para una pandilla de "odiosos" adolescentes. ¿Adolescentes? Sí, pubers con las hormonas algo más que alteradas, son la clave de este film que seduce y atrapa precisamente por esta inesperada renovación del psychokiller. Hay algo en todo esto -es evidente- que remite a Los niños del maíz, y algo más a la reciente Ils, otra pequeña e imprescindible joya del terror europeo, pero es el elemento real, el "podría pasarte a ti” (salvando las exageraciones cinematográficas, claro), lo que hace de ésta cinta la obra más redonda. Ciertamente, cuando la historia funciona de raíz (excepcional el guión), la dirección, los actores, la casquería típica del género, todo lo demás, suele convertirse en mera comparsa. Y es que nadie puede llegar a pensar en la posibilidad de caer en manos de la “tópica” familia sureña borderline, que bebe sangre y come butifarra de yuppie urbanita, pero ¿es posible caer en manos de unos hooligans niñatos con tendencias asesinas, criados a imagen y semejanza por unos padres -si cabe- peores que ellos? Esa es la pregunta que plantea Witkins, y creedme que la respuesta asusta más que ver venir de frente a Leatherface con la sierra a todo trapo.
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